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Conmemoración del 30 aniversario del atentado de Hipercor

El 19 de junio de 1987 a las 16.10 de la tarde, estallaba una bomba en Hipercor, dejando 21 personas muertas y 45 heridas. Hace unos meses me contactó vía web la dramaturga y actriz Àngels Aymar que se estaba encargando de crear y dirigir el evento de conmemoración del terrible atentado. Àngels me propuso participar diseñando y realizando los elementos escénicos. He de confesar que me pensé mucho si aceptar o no, primero porque andaba bastante saturado de trabajo, después por miedo a que una vez más los políticos instrumentalizasen el acto y todo acabase siendo una farsa. A día de hoy, unas horas después de celebrarse el evento, estoy muy contento de haber participado en él. Por primera vez las víctimas fueron las protagonistas reales y los políticos ni abrieron la boca. Tan solo estuvieron allí para acompañar.

El proceso de creación fue muy diferente de como suelo trabajar, nunca había tenido que pasar con anterioridad propuestas estéticas y escénicas por gabinetes de psicólogos, departamentos de protocolo, patrimonio o de parques y jardines.

Durante meses Àngels tuvo la valentía y la sensibilidad de hablar con todas las víctimas y familiares e invitarlas a ser parte en la ceremonia. Formó un grupo de trabajo estupendo y que funcionamos de maravilla entre nosotros. Karim Habib El Fakih, que compuso una música magnífica que interpretó al piano Carola Zafarana. Júlia Rabadan y Esther Angrill que se encargaron del audiovisual que se proyectó en metros y autobuses y Georgina Oliva, Anna Cassals y Rebeca Sánchez en la parte de coordinación, producción y ayudante de dirección respectivamente. Montse Colomé se encargó de montar una magnífica coreografía, muy sobria y de una gran intensidad . Mi amigo Manu Gómez, como en otras ocasiones también estuvo ahí echándome una mano como asistente. Muy contento de formar parte de este equipazo. Todo ha sido muy intenso emocionalmente. Mi taller estuvo ocupado durante días por las 21 sillas en las que trabajé en representación a las 21 ausencias que dejó el atentado. Los grandes espejos con los nombres de los fallecidos grabados. Los objetos personales, un vestidito de niña, un diario, unos patucos de bebé, un pañuelo de seda, un pequeño joyero de madera y cajas con litros y litros de pétalos de rosa para derramar al final de la ceremonia sobre el monumento de Sol Lewitt y cuyo mecanismo de suelta me produjo pesadillas durante varios días por si algo fallaba. No había ensayo para eso, todo sería en tiempo real, salto sin red.

Es una satisfacción comprobar como el arte puede ayudar a sanar heridas, a acoger sentimientos y a dar calor y compañía. Creo que al menos un poco hemos ayudado a que eso sea así, espero que los familiares y víctimas hayan sentido nuestro cariño y el de la ciudad. Fotos internet, Júlia Rabadan de Fresca Films, Manu Gómez y T.C.

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